martes, 27 de marzo de 2007
Hombre mirando al sudeste.
En una fría noche de Julio, nos encontramos tal cual lo habíamos previsto.
El nerviosismo se apoderaba de mí, junto con el regocijo que provocaba el final de una larga espera.
Te me arrimaste suavemente, mientras no podía dejar de pensar en lo hermosa que te encontrabas, contrastando aquel difuso recuerdo grabado en mi memoria.
Mi Buenos Aires querido...
Pronto nos encontramos caminando por las angostas calles bonaerenses. Comienza a llover, y las gotas caprichosamente se agolpan impactando persistentemente aquellas aceras trizadas, fiel reflejo de la realidad de una sociedad que aún no se recupera del todo. ¿Qué marcas habrían quedado en esos delicados labios?
Con gusto acepto aquel cigarro. La ocasión, la noche y el frío lo convierten en una deliciosa compañía que se escurre entre nuestras bocas derrochando satisfacción.
No sabia hacia donde me llevabas, pero la verdad no me importaba, ya que el sólo hecho de desplazarnos en aquel escenario de fuertes evocaciones pasadas me reconfortaba.
Reconozco a lo lejos el cementerio de la Recoleta, y como luces rojas penetramos el tenue humo, apenas visible dentro de la inmensa oscuridad de aquella implacable sacridad. Pegados a aquellas paredes, atraídos por la corriente del mármol y el olor a humedad.
Fue entonces cuando te detuviste frente a un enorme vidrio polarizado que emanaba el reflejo de nuestra frágil figura. Siempre tan decidida y segura, no habías cambiado en lo absoluto. Nuevamente una mirada tuya me penetraba.
- Dale, ¿te animás?
Dejé caer la colilla del cigarro en un turbio charco. Tan sólo contribuía con la nueva estética de la sucia capital porteña.
- ¿Decíme, alguna vez te negué algo?
Habitación 501. Vaso con whisky argentino de dudosa calidad en mi mano. Camisa entreabierta. Y vos….vos parada mirando el zigzagueo de las gotas apuradas por el golpe del viento en la ventana. Tan segura y quebrantable a la vez. Tan simple y compleja.
Me acerco a tu espalda y acaricio tu pelo, aquel olor me trae los más hermosos recuerdos. El deseo arrasa con mi razón. Mis dedos se deslizan palpando tus hombros y mi pecho roza tu delicada silueta ¿Cuánto tiempo habría pasado desde la última vez?
Esa noche por fin volvía a ser el hombre del sudeste.
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3 comentarios:
Ahora leo y mil cosas se me vienen a la cabeza. Tengo los pensamientos un poco revueltos viajando por emotivos recuerdos y pequeñas tristezas.
Veo cosas que me rememoran hechos importantes, implacables de mi vida. Un Buenos Aires que no me parece romántico bajo la lluvia, quizás por una mala experiencia que tuve caminando por Santa Fe con esa llovizna molesta que dice que no moja, pero que si te paras cinco segundos te moja desquicidamente.
Una melodía de Aznar resonando en la radio de aquel auto un 4 de mayo... sí, lo recuerdo con fecha y todo. De la ruptura a la reconciliación, de un regalo que hice que pudo iluminar la vida de alguien a quien creí amar.
Una película que, como ya te decía por ahí, no me bastó ver con los ojos de quien aprecia arte y estética sin entrar en los recónditos pensamientos del creador... creyéndose casi Dios y filosofando por la vida como si supiéramos cómo funciona todo lo que hay en las mentes del resto.
Y también la romántica historia "rayuelística", el cigarro y el humo y la ensoñación. Y tal cual como lo leo, tal cual como lo imagino y así como quien dirigía esa obra inspirada en La Maga -un sabio, profesor y amigo, por cierto- me dejan el sabor casi amargo de la incertidumbre, la paz y las ganas de insertarme en ese mundo cruel y amable que nos llama y nos hipnotiza de golpe.
Un hermoso texto, sin duda. La capacidad de traer esta ensalada de recuerdos a la mente de un lector común no es capacidad de cualquiera, sino sólo de un buen escritor.
se parecen a mis colores...
Muy lindo lo que escribiste, lo vuelvo a leer y cada vez le encuentro algo que hace que me guste más.
Será porque esa zona de Bs. As. es especial para mi... y me acompaña todos los días en mi soledad...
Muchos besos!!
Connie.-
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